Opel Grandland X 2.0 D 177

PSA ha absorbido a Opel… Así, el Grandland X, el nuevo SUV compacto de la marca, comparte varios elementos con el Peugeot 3008, revestido de una carrocería típica de Opel. Y el resultado es bastante convincente. ¿Tanto que el alumno supera al maestro? Descúbrelo en esta prueba de la versión tope de gama 2.0 D de 177 CV.

El matrimonio entre PSA y Opel se consumó el año pasado, en 2017. Y aunque ya se habían forjado alianzas antes, sólo los modelos más recientes del fabricante de automóviles alemán comparten plataformas, motores y elementos técnicos con sus homólogos de PSA.

Es difícil de creer que el aspecto de ambos sea tan diferente. Modernidad y agresividad exacerbada para uno, clasicismo para el otro. Sin embargo, el Opel está lejos de ser feo. Sus líneas son elegantes, las proporciones son equilibradas y los comentarios de los observadores, incluso los que no saben nada de coches, son generalmente elogiosos. El Grandland X tiene todas las señas de identidad de la marca: firmas luminosas de doble ala, laterales ahuecados, pilar trasero de aleta de tiburón. Es ciertamente más elegante que un 3008, pero también más consentido. Y en la categoría, hay ejemplos de diseño que tampoco desatan las multitudes (Volkswagen Tiguan, Seat Ateca, Ford Kuga, aunque todo esto siga siendo subjetivo)…

El frontal es típicamente Opel, con una gran parrilla delantera y una doble firma luminosa en el guardabarros. El color blanco es una buena combinación para este Grandland X. Dejaremos que seas tú quien juzgue el exterior. Pero en el interior, surge un cierto consenso. Es definitivamente clásico y sin relieve. Muy similar al Insignia Grand Sport y, sobre todo, al Crossland X, el salpicadero no es de cara a la galería. Racionalmente organizado, ergonómico en sus controles, es en cambio oscuro y sin alegría. Pero, en el lado positivo, está muy bien acabado y ensamblado. La calidad de los materiales es de citar como referencia, nos encontramos aquí al mismo nivel que el Volkswagen Tiguan, y superior al 3008, en otro estilo. Y este no es el menor de los cumplidos.

El salpicadero es ciertamente de construcción clásica, más bien aburrido en su presentación, pero su ergonomía no tiene ningún reproche, y su calidad de fabricación está por encima del lote de los SUV compactos, señala el concesionario vender coche Crestanevada.

A pesar de ser 3 cm más largo que su primo francés (4,48 m), el volumen del maletero con el asiento corrido es menor (514 litros frente a 520) pero esto no es prohibitivo, representa el equivalente a 4 botellas de agua… En cambio, el volumen máximo, con la banqueta abatida (forma un suelo casi plano), es 170 litros mayor (1.652 litros frente a 1.482). En general, las cifras están en la media de la categoría para el Opel. Sólo el Tiguan lo hace mucho mejor, con 615 litros y 1.655 litros.

El espacio en las plazas traseras es bueno para la clase, y los tres pasajeros están bien sentados. El pequeño túnel de transmisión no es un problema. El volumen del maletero de 514 litros es sorprendentemente menor que el del 3008, pero correcto para la categoría. Sólo el Tiguan domina de lejos con 615 litros.

Compartiendo su parte inferior con el 3008, el Opel hereda la plataforma ligera EMP2, pero también los motores y cajas de cambio del grupo PSA. Ofrecido inicialmente con potencias pequeñas, para no hacer sombra al coche francés, el Grandland X adopta ahora el más musculoso de los motores diésel, el 2.0 BlueHDI 180, que se convierte en el 2.0 D 177 al otro lado del Rin. Debe ir acoplado a la nueva caja de cambios automática EAT8, con convertidor, que como su nombre indica, está equipada con 8 marchas.

Y como en el caso del 3008, esta mecánica dota al SUV compacto de las alas de la explosión. Sobre el papel, la velocidad máxima asciende a 214 km/h, el 0 a 100 km/h se consigue en 9,1 segundos, todo ello para un consumo de 4,9 l/100 km y unas emisiones de CO2 de 128 g/km.

En carretera, el Grandland X es mucho más cómodo que su primo 3008, pero también menos dinámico. Bien filtrado e insonorizado, destaca en los viajes largos. En la vida real, y para dejar de lado el tema, esta unidad engulle una media de 7,3 litros de gasóleo cada 100 km. Por supuesto, esta cifra es superior a la oficial, pero sigue estando bien situada en relación con la potencia, el tamaño y la competencia, que en su mayoría es menos económica.